Blog de orientación profesional Lo que digo sin decir nada en una entrevista de trabajo

Ante un proceso de selección, una de las cuestiones que pueden pasarnos por la cabeza es pensar en los argumentos a utilizar. Entonces, puede ser habitual pensar en qué debemos explicar, qué mensaje debemos utilizar o, incluso, una vez ya lo hemos dicho, pensar en qué hemos dicho realmente.

Pero, en una entrevista, ¿has pensado en lo que dices sin decir siquiera una palabra?

Una de las respuestas a esta pregunta podemos encontrarla en el tipo de comunicación que utilizamos en nuestras relaciones interpersonales: verbal y no verbal. Probablemente, si nos centramos en la segunda y añadimos lo que comporta una situación de entrevista, podemos encontrar importantes anécdotas que hemos vivido en el momento de comunicarnos; por ejemplo: ¿me he movido demasiado? No he mirado a la persona que me he entrevistado; he tenido la sensación de que hablaba de forma muy nerviosa… ¿Qué impresión habré generado? ¿He repetido mucho una frase?

Cada una de estas sensaciones se refiere a aspectos emocionales que se manifiestan en nuestra comunicación no verbal. Ser conscientes de cómo se producen puede ayudarnos en este momento, que a veces puede ser muy intenso. Teniendo esto en cuenta, revisamos cinco aspectos clave que pueden producirse y, sobre todo en lo que pueden llegar a generar en la interpretación de la persona que tenemos delante.

Las claves de la comunicación no verbal 

  1. La conducta visual: ha llegado el momento de ponernos cara a cara con la persona entrevistadora y, por tanto, de dirigir de forma adecuada nuestra mirada. Cuando hablamos o cuando escuchamos, evitarla o mantenerla puede denotar actitudes muy distintas. Por ejemplo, desviar la mirada puede dar a entender desinterés, desmotivación, timidez o inseguridad; centrarla demasiado, agresividad, intimidación, o excesiva vigilancia. En este sentido, es importante que haya un cierto equilibrio en nuestra conducta visual, debemos dirigirlo de forma confiada, atenta a la vez que espontánea.
  2. Las expresiones faciales: la expresión emocional que está detrás de cada reacción a lo que escuchamos o decimos podría ser una descripción muy extensa. Si nos centramos en la entrevista, unos clásicos son la sonrisa en el momento de saludar, controlar los tics nerviosos y ser conscientes de lo que sentimos a la hora de contar algo. No se trata de estar sonriendo todo el rato, simplemente tener presente que existen indicadores faciales que pueden contribuir a dar a entender algo muy diferente a lo que narramos. ¿Te imaginas contar un hecho dramático con cara de alegría?
  3. Los elementos paraverbales: hacen referencia a la entonación y cómo producimos nuestro lenguaje verbal. Si hablamos demasiado pronto, con lentitud, de forma pasiva, tartamudeante y qué énfasis ponemos en nuestras palabras. Idealmente, para tener una producción más o menos adecuada puede resultar útil haberse preparado el discurso, haberse escuchado, grabado e identificar si utilizamos algunas palabras muleta, entre otras. En este caso, es aconsejable hacerlo de forma natural, con un lenguaje que nos sea cómodo, adecuado al contexto profesional y que en nuestro mensaje quede patente nuestra motivación y entusiasmo.
  4. El lenguaje corporal: otro de los elementos que podría delatarnos es el cuerpo. Básicamente, si lo que emitimos no es coherente con nuestra postura, puede generar que el otro focalice más la atención en lo que en lo que explicamos. Pídate: ¿estoy a gusto en el momento de la entrevista? ¿Estoy demasiado relajado, o demasiado estático? ¿Serio? ¿Has pensado cómo estás sentado, cómo tienes los brazos y la espalda? Realmente, hay tantas cuestiones que reflejan nuestro estado de ánimo a partir de la postura que debemos reflexionar sobre ello, especialmente para pensar en el impacto que puede tener en el momento de la entrevista. ¡Así que relájate y sé consecuente con tu postura!
  5. Los gestos: con los gestos damos forma a nuestra explicación. Nos ayudamos con las manos para contar algo, señalamos, indicamos con los dedos y/o reforzamos con la mímica. Pero existen otros gestos, a menudo repetitivos e inconscientes, que pueden dar a entender nerviosismo, inseguridad, exaltación… especialmente si tenemos la costumbre de mover mucho las piernas cuando estamos nerviosos/as, mover los brazos en exceso cuando hablamos o si nos tocamos los pelo o la cara. Así que conocer y controlarlo puede ayudarnos a regular la comunicación de forma más calmada y armoniosa.

Con todo ello, también es muy importante aclarar que la comunicación es una calidad muy compleja y que, por tanto, no se puede reducir a unas recomendaciones, aunque entenderla nos puede ayudar a conocer lo que puede favorecer nuestro mensaje final . Por tanto, no se trata de intentar controlar todo lo que hacemos, o de determinar lo que pueden interpretar los demás, sino de ser conscientes de que más allá de la palabra hay códigos en nuestra comunicación que también influyen notablemente en la coherencia del que decimos y, principalmente, de cómo lo hacemos.

Sin decir más, si tienes previsto presentarte a un proceso de selección o ya estás pendiente de una entrevista, en nuestro servicio de orientación profesional podemos ayudarte a identificar estas claves y a conocer lo que puedes comunicar con la tuya actitud en un momento tan importante como es la entrevista de trabajo.

Informació sobre l'autor